miércoles, 4 de abril de 2012

TEORICO SOBRE ADAM SMITH



TEÓRICO SOBRE ADAM SMITH





            El centro de la reunión de hoy es tratar de meternos en la cosmovisión de la economía política clásica, cubriendo todo el espectro de Adam Smith y haciendo la presentación de David Ricardo. Voy a retomar los debates de la primera reunión. Estamos discutiendo economía política, o sea las escuelas, las doctrinas. Nosotros habíamos puesto énfasis en entender la relación entre los planteos analíticos, lógicos, de cada una de las escuelas. Como dice Gustavo Girado, el conocimiento económico no es acumulable. En la economía la mayoría de los planteos chocan con otros. Entonces trataremos de entender estos planteos y al mismo tiempo entender –porque estamos en la carrera de comunicación- los discursos de poder, los dispositivos que específicamente va montando cada escuela.

Vamos a decir dos palabras de ubicación de lo que podemos llamar la prehistoria de la economía política moderna. No vamos a hablar desde que existe el término economía. Como ya planteamos en la primera clase, la economía es una disciplina de la modernidad, de la generalización de los mercados, del capitalismo. La economía moderna aparece antes de la revolución industrial, pero cuando hay ya una fuerte presencia del mercado: entre 1660 y 1700. Tenemos dos corrientes, tal vez exageremos al llamarlas escuelas, porque se supone que una “escuela” tiene una coherencia interna mucho mas fuerte. Estas corrientes prehistóricas, ni tienen esa coherencia interna, ni tampoco se van a plantear explicaciones de todos los problemas económicos. Además en estas corrientes, todos los economistas posteriores van a señalar que hay unas cuantas cosas que están mal, que ninguno estaría de acuerdo. Me estoy refiriendo al mercantilismo que surge en varios lugares a la vez, y sin embargo se va a hacer fuerte en Inglaterra. Y a la fisiocracia Francesa. El mercantilismo por ejemplo también aparece en Francia, con Colbert, el principal asesor económico de Luis XIV. La fisiocracia es posterior. El mercantilismo le lleva unos 50, o 60 años. Cuando hablamos de mercantilismo decimos 1650/1720. Cuando decimos fisiocracia decimos 1760. Voy a decir dos palabras sobre estas corrientes porque no son el centro de nuestro encuentro.

El gran error de los mercantilistas es considerar que la riqueza se materializaba exclusivamente en el oro. La riqueza es acumular oro. Nosotros vamos a decir que ese planteo está mal, es fetichizar.  Hay un fetiche allí, del oro. Es construir un fetiche de algo que existe en el sistema económico, la moneda acumulable.  Decir que la riqueza es acumular metales preciosos está mal. Del otro lado tenemos a los fisiócratas diciendo que la única actividad productiva es el trabajo agrícola. Desconociendo todo otro tipo de trabajo productivo, incluso el manufacturero industrial. Los fisiócratas se comen la revolución industrial.

Ahora es muy fácil pararse en el siglo XXI y despedazar esas dos corrientes.  Sin embargo vemos estas corrientes porque en el debate de fines del siglo XVII, principios del XVIII ya se arman dos discursos contrapuestos que hoy seguimos debatiendo. Mercantilistas: el estado tiene que intervenir en la economía. El comercio, la compra y venta en el mercado es como una lucha, una guerra. Unos ganan, los otros pierden. Podríamos decir que el comercio es para ellos entonces un juego de suma cero: los que venden ganan porque obtienen dinero, metales preciosos. Y los que compran pierden. Exportar es ganar, importar es perder. El mercantilismo incluye el concepto de economía nacional. Los mercantilistas que no son “teóricos”, son algo así como los proto ministros de economía de los reyes absolutos. Eran consejeros o asesores de los reyes, que manejaban la hacienda pública. El Rey le preguntaba qué tenía que hacer y el asesor le daba la respuesta: “tiene que intervenir en la economía, proteger a su industria local, no dejar que entren productos importados, tratar de vender, tratar de sostener incluso con la guerra los mercados”. Hay varios ejemplos: en 1651 durante el periodo de Cronwell en Inglaterra se firma el Acta de Navegación, política mercantilista por excelencia: el acta decía que a partir de ese momento en el Mar del Norte y en el Atlántico Norte solo podían comerciar buques de la marina mercante británica. Esto significó que la armada británica hundió a la holandesa, y se acabó con el poderío comercial de Holanda. Así fue, una intervención del estado muy fuerte, muy violenta. España no dejaba que las colonias le vendieran productos manufacturados. Lo mismo Inglaterra con Estados Unidos: estaba prohibido, decía Inglaterra la producción de cualquier producto manufacturero en las colonias del Norte. Se los tienen que comprar todos a su Madre Patria. Estaba prohibido en América del Norte hacer una herradura. Había que comprarla hecha a Inglaterra. Lo mismo entre España y América. El comercio se realizaba  a través de buques españoles que salen dos veces por año en caravanas, van a Panamá, dan la vuelta por el Pacífico y desembarcan en Lima. Todo lo demás es contrabando. Eso es mercantilismo. El estado interviene en la economía para hacer ganar a algunos. El mercantilismo es, entonces, intervención del estado, proteccionismo de la industria local contra todas las demás.

La fisiocracia francesa que aparece alrededor de 1760 es lo contrario.  Francois Quesnay, el gran fisiócrata francés, pasó a la historia por una  frase que le dice a Luis XV. Luis XV le pregunta a Quesnay, “¿Qué es lo que tengo que hacer?” El le responde: “laissez-faire, laissez passer”. “Dejar hacer, dejar pasar”. La respuesta de Quesnay es que el estado no tiene que hacer nada en la economía, porque la economía es un orden natural que funciona sola. Cuando el estado interviene es para mal. Los fisiócratas inauguran la idea de que el estado no tiene que intervenir en economía, están inaugurando el liberalismo económico. Para los fisiócratas el mercado es un orden natural que anda solo y si el estado interviene, es como si pusiera un palo en una rueda. Para los fisiócratas el mercado es un lugar donde todos ganan, no es un juego de suma cero como en el mercantilismo. Si yo compro lo que necesito comprar, gano, y el que vende lo que necesitas vender también lo hace. Este es el antecedente del liberalismo económico clásico. Fíjense que nadie todavía había reflexionado en forma completa sobre la economía política y sin embargo ya estaba planteada la discusión más fuerte que todavía hoy sigue operando en términos ideológicos y políticos: “el estado tiene que intervenir en la economía”, o, en contraposición “por definición el estado es ineficiente frente al mercado y cada vez que intervienen es para genera trabas”. Estos dos discursos dan origen a este debate. Fisiócratas vs. Mercantilistas, debaten esto antes de la revolución industrial.

Aparece entonces el pensamiento clásico, de la economía política clásica con nuestros dos autores, Adam Smith y David Ricardo. En esta pelea mercantilistas vs. Fisiócratas ganaron los fisiócratas, porque en la economía política clásica inglesa está a favor de la no intervención del estado, a favor del mercado. Para encontrar un reivindicador del mercantilismo, vamos a tener que esperar a Keynes, muchos años después en el siglo XX.

Nosotros hablamos de economía política clásica. El nombre de “clásicos” se lo puso Marx. Un clásico es un autor que sobrepasa su época. Cada autor está metido en la discusión de su época, en una coyuntura. Pero un clásico es un autor que nos sirve no solo para leer qué se decía en ese momento, sino que por sus propias palabras nos sentimos interpelados hoy. Yo puedo leer  Shakespeare, y decir “que interesante discutir lo que pasaba en la época isabelina inglesa, 1550”. Ahora, al mismo tiempo puedo decir “en cada obra de Shakespeare hay un profundidad sobre el pensamiento humano que hoy, más allá de 1550, me permite reflexionar, discutir”. Eso es un clásico. Por ejemplo Marx, es un clásico, Weber es un clásico. Sirven para discutir la sociedad actual.

Todos los economistas de todas las corrientes reconocemos como nuestros “abuelos ideológicos” a Smith y a Ricardo. Tenemos necesariamente que remitirnos a ellos. Marx va a decir “la crítica de la economía política”: Smith y Ricardo. Crítica, en el sentido alemán del término. Se critica lo que vale la pena criticar. Marx va a decir que después de Smith y Ricardo escribió un montón de gente. A todos esos otros Marx les dice “apologistas, vulgarizadores, panfletistas. Smith y Ricardo son otra cosa. Tuvieron sus límites, pero son señores científicos”. Los neoclásicos de 1870 en adelante, también. No están de acuerdo con la teoría del valor clásica. Pero tomamn de los clásicos un pedazo, lo reconvierten y sale el neoclasicismo. Todos en última instancia dicen “y qué decía Smith, qué decía Ricardo”. Obviamente Smith y Ricardo escriben lo que escribieron y pasaron a la historia porque están viviendo el momento inmediato posterior a la revolución industrial, y al enorme auge del capitalismo en Inglaterra. Smith, es contemporáneo a la primera revolución industrial, e incluso no llega a ver todos sus efectos, no llega a ver por ejemplo el maquinismo. Por eso su ejemplo técnico es más organizacional que tecnológico. Su ejemplo es el de la fábrica de alfileres. Vamos a  ver que David Ricardo, ya entrado el siglo XIX, 1817, 1820, ve los efectos de la máquina. Ellos están en Inglaterra, en el centro de todo esto.

Smith es el primero que sistemáticamente pretende dar una respuesta total sobre qué es el sistema económico. Smith hace una obra monumental “Acerca de la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones”, es un libro enorme, más de 1000 páginas que habla de todo lo que se les pueda ocurrir. Es una respuesta total, al estilo de estos autores. Como Marx, que sale a explicar la sociedad, el todo. El libro de Smith, no es un texto de asesoramiento de un monarca, es una explicación de la historia de la humanidad, de cómo funciona la economía, qué es el trabajo, cómo se cobra un impuesto, que es el comercio internacional, etc. Es un texto holístico, total.

En el texto que les presenté puse “luces y sombras de Adam Smith”. Cómo nos acercamos a esta abuelito ideológico. Es muy importante no esconder la incomodidad de la lectura de Adam Smith. Yo cuando doy la clase de Smith me pasa siempre que cuando voy en los últimos 10 minutos digo “uy, me fui demasiado para este lado; entonces lo corro para el otro. Me salió demasiado bueno, entonces lo corro, o me salió demasiado malo y lo corro para el otro lado”. Me pasa siempre. ¿Por qué? Porque la gran contradicción que está planteada es que Smith es el padre del liberalismo económico. Entonces todos los que pensamos que la gran justificación del capitalismo, del libre mercado, y sus consecuencias, arrancan de este discurso; decimos, “acá está el huevo de la serpiente. Este discurso es el discurso que sostiene todo el andamiaje a nivel económico”. Entonces vamos a ver que hay una cantidad de cosas en este planteo de Smith que son muy fuertes. Y tiene consecuencias terribles para el siglo XIX y XX. Ahora, al mismo tiempo debo decir que Adam Smith pertenece a esa burguesía revolucionaria en ascenso que está luchando contra el antiguo régimen. Smith es un progresista, está a la altura de Voltaire, de Rousseau. En el espectro político de su época Adam Smith estaba a la izquierda. El estado que no tenía que intervenir era el estado del Antiguo Régimen. Por eso en él encontramos las dos cosas, es un progresista pero al mismo tiempo hay un montón de fundaciones de derecha en el mundo que se llaman “Adam Smith”, remarcando esto del libre comercio y del estado que no debe intervenir.

Tenemos que trabajar con estas dos cosas. Con el “uso” de los autores clásicos. Ahora, Adam Smith es un endiosador del mercado, sí. Plantea una fuerte desconfianza a la intervención del estado, sí. Pero cuidado, si uno lee toda “La riqueza de las naciones” va a encontrar que no es cierto que Adam Smith diga que nunca el estado tiene que intervenir. De hecho plantea que tiene que intervenir cuando hay monopolio. Smith tiene un programa para la burguesía industrial en ascenso pero desconfía de cuando los empresarios se juntan. El dice que cada vez que los empresarios se juntan es para meterle el perro a alguien. Y tiene toda una serie de planteos que no son exactamente lo que después va a pasar a la historia como el dibujito neoclásico del pensamiento liberal. Obviamente, yo les cuento esto y tiene que creerme o leerse “La riqueza de las naciones”, entera. El que lo haga no se va a arrepentir, aunque es una tarea ardua. 

Adam Smith escribe “Acerca de la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones”, en 1776. El había nacido en 1723, era un filósofo que forma parte en la Ilustración de una corriente que se la llamó el Renacimiento Escocés. Hay una serie de autores, por ejemplo, formados en la Universidad de Glasgow que producen conocimiento a lo largo de 1700, profusamente. James Watt, por ejemplo el inventor de la máquina a vapor. Formaba parte del círculo de Smith. Ustedes conocen de este grupo a Hume, amigo de Smith. Hume es de la misma época de Smith y es quizás el padre de esta corriente empírica: el renacimiento escocés. Smith como docente universitario da clase en la universidad de Glasgow, pero consigue una beca y se va a estudiar a Oxford. Al corazón inglés. Vuelve totalmente decepcionado. Lo sancionan en la Universidad de Oxford, porque lo encuentran leyendo a escondidas, un libro de Hume, que era herético. Con  respecto a la educación Smith va a decir siempre que está a favor de que la educación no sea pública, sino privada. Que sea una mercancía. Lo dice por su experiencia en la educación pública de Oxford. Este Smith que todavía no es economista es filósofo moral.

El daba una materia en la universidad que era una mezcla de ética, filosofía, política, derecho y economía. Su reflexión sobre esto la escribe en un libro anterior al que venimos hablando que es de 1759, “Tratado de los sentimientos morales”. El se mete en una reflexión que se emparenta con la de Hobbes: el ser humano tiene una serie de conductas para su autoconservación. Por lo tanto egoístas.  Cómo el ser humano con su conducta egoísta puede vivir adentro de la sociedad. Adam Smith aceptaría esta conducta egoísta. Ahora, Smith dice: “a mi no me parece que todo sea como dice Hobbes, que a partir de esto nos devoramos uno a otros”. El tiene una visión más parecida a la de Locke: “a pesar de esto podemos vivir en sociedad”. Hay un par egoísmo- altruismo que funciona y que hace que la sociedad funcione. En el “Tratado de los sentimientos morales”, Smith dice “es como si tuviéramos un yo interior que nos mide y a veces nos pone entre nuestro egoísmo natural, de satisfacer nuestras necesidades; y la razón, o misericordia. Nosotros somos razonables como seres humanos, tenemos un sentimiento en relación con los demás. Con todo ese paquete la sociedad funciona”. Ahora bien, con una carta de recomendación de Hume Smith viaja a Francia, conoce a los fisiócratas, a Voltaire y vuelve para hacer “La riqueza de las naciones” que va a terminar publicando en el 76´. 1776 es el año de la Independencia de EEUU, es el año en que se crea el Virreinato del Río de la Plata.

Hay un antecedente de Smith que es un autor que pasó a la historia como el Barón de Mandeville. Este escritor escribió a finales de 1600 un extraño libro, “La fábula de las abejas”. Pensemos que estamos a finales de 1600 en Inglaterra, plena época de revolución política, de guerra de religiones entre católicos, anglicanos y puritanos - calvinistas. Los calvinistas crean una institución llamada la “Sociedad por la Reforma de las Costumbres”  a través de ella hacían política a través de un cierto extremismo moral: “El buen ciudadano es el ciudadano virtuoso”. Estas eran las grandes luchas por prohibir la prostitución, cerrar las tabernas, prohibir el alcohol, frente a los anglicanos que eran más permisivos. Mandeville está del lado de los anglicanos, más permisivos. El va a defender “los vicios privados”. El plantea una consigan fundamental “Vicios privados constituyen virtudes públicas”. Fíjense la diferencia entre las dos cosmovisiones: “El buen ciudadano es el ciudadano virtuoso” frente a “Vicios privados constituyen virtudes públicas”. En “La fábula de las abejas” Mandeville ilustra su posición a partir de plantear como en un panal de abejas, una sociedad perfecta, cada miembro no está pensando solidariamente en los demás sino que está buscando egoístamente su propio beneficio o placer. Haciendo esto, buscando el propio placer se termina construyendo por un orden natural la mejor sociedad posible. La sociedad perfecta se construye si cada uno se dedica a su egoísmo, sus vicios privados. Entonces yo voy a tratar de hacer mejor mi trabajo, para tener más dinero así voy a la taberna a emborracharme. Como cada uno trata de obtener más placer, hace bien su trabajo, pero no lo hace bien para ser más solidario con el otro sino para poder gozar de más placer. Una sociedad va a tener zapateros que hagan bien su trabajo no porque quiere que haya buenos zapatos para los demás, sino para vender más zapatos, ganar más plata e ir después a emborracharse al bar. Lo hace para poder pagar sus vicios.

Este es el centro ético de Mandeville que Adam Smith luego va a retomar con fuerza en “La riqueza de las naciones”: la sociedad funciona si cada uno de sus miembros se dedica egoístamente a hacer lo que sabe hacer mejor, pero  a través de un disciplinador externo que es el mercado: “Vos hacé lo que quieras, pero para satisfacer tus placeres vas a tener que trabajar y ser el mejor en algo”. Esto es el centro de la reflexión ética, moral de Smith: “Vicios privados construyen virtudes públicas”.

En “La riqueza de las naciones” se plantea que desde estos esquemas se tiene que explicar el funcionamiento de la sociedad. En el capítulo 1 de “La riqueza de las naciones” está la gran respuesta de Smith. El plantea esa gran pregunta que es el problema de mercantilistas y fisiócratas: ¿cómo se produce la riqueza, de donde sale? Smith está mirando la Inglaterra de la revolución industrial. El toma un elemento de los fisiócratas, fundamental en todo el pensamiento clásico y en el marxista: la riqueza proviene del trabajo humano, es un producto de la productividad del trabajo humano. El trabajo humano tiene la capacidad de generar excedente, producir más de lo que se consume. Hasta acá está de acuerdo con los fisiócratas. Pero para Smith, no es cierto que solo hay un tipo de trabajo humano productivo –el agrícola- sino que todo trabajo humano es capaz de generar un excedente. Pero hay un detalle que Smith agrega: genera excedente todo trabajo humano susceptible de ser atravesado por la división del trabajo. Donde hay división del trabajo, hay productividad, hay excedente y hay riqueza. Se está organizando de otra manera la producción, de hecho es más productivo el trabajo industrial que el agrícola porque puede dividir mejor el trabajo. Adam Smith nos mete en la cabeza una forma de organización social, económica, administrativa, empresarial, que en occidente, es imbatible en los últimos 250 años. Cualquiera que quiere pensar en hacer productivo un trabajo piensa en la división del trabajo. Smith habla de la división del trabajo en tres niveles: división técnica del trabajo; división social del trabajo, y división internacional del trabajo.

División técnica del trabajo: ¿Por qué la división del trabajo genera productividad? Smith pone el ejemplo de la fábrica de alfileres. Si cada uno hace todo el trabajo, al final del día se habrán producido tantos alfileres. Si en vez de hacer esto organizo todo: “vos cortás el alambre, vos le hacés la cabecita, vos lo guardás en la caja”,  al final del día se comprueba científicamente que se produce muchísimo más. Por tres causas: A) un trabajador repitiendo una tarea simple va adquiriendo un conjunto de habilidades que le permiten hacer mucho más rápido su trabajo. Se especializa en una tarea y adquiere una precisión y rapidez notable. B) Si cada una hace una cosa diferente desaparecen los “tiempos muertos”, el tiempo que hay en un proceso de trabajo entre una tarea y otra. Por ejemplo, el cambiar de herramienta entre una tarea y otra produce tiempo muerto. Al hacer cada uno una tarea diferente y siempre la misma, esto no pasa. Los “tiempos muertos” se reducen casi a cero. Toda la organización del trabajo tiene que ver con que no se pare de trabajar, con que no haya tiempos muertos. C) Dice Smith que la adquisición de estas habilidades de especialización permiten la creación de máquinas que pueden reemplazar el trabajo humano. Lo que hace la primera revolución industrial son cosas sencillas. Las primeras máquinas hacen dos cosas, aumentan la fuerza: lo que hacían dos trabajadores, lo hace la máquina. Y aumentan la velocidad. Por ejemplo el telar mecánico que teje más rápido que una persona. Estos tres elementos son los elementos de la división del trabajo que generan mayor productividad.

Uno podría preguntarse si esto es así: Bueno, los planteos de Smith sobre la división del trabajo fueron retomados por Taylor en la administración científica del trabajo, por Ford, en el fordismo. Desde Smith pasando por Marx, los neoclásicos, y Keynes están de acuerdo con la división del trabajo.

El joven Marx de los “Manuscritos de 1844”, le hace una crítica filosófica a este planteo de Smith,  a través de su concepto de alienación: qué ser humano queda cuando el trabajo –elemento humano fundamental, transformador del hombre y la naturaleza- es reducido a una serie de gestos repetitivos. El no critica que la división del trabajo sea más productiva sino que hace una crítica más filosófica. El Marx adulto a lo largo de El Capital, termina defendiendo la división del trabajo. El señala la importancia de la propiedad colectiva de los medios de producción, la planificación, la apropiación colectiva y la redistribución del excedente permite que se desarrollen las fuerza productivas, a un extremo que se reduzca la jornada de trabajo muchísimo. Y la realización del hombre va a estar en su tiempo libre.

Para encontrar una crítica actual a la división del trabajo nos tenemos que remitir a los planteos toyotistas, posfordista de los últimos 40 años. Ellos van a  plantear que la polifuncionalidad, o sea una persona que hace distintas tareas es más productiva que una sola. Es todo un debate que está atado a otro salto tecnológico que es el procesamiento electrónico de información.

División social del trabajo: Una sociedad es más productiva si cada uno se dedica, se especializa en una actividad: “vos sos zapatero, vos arquitecto, vos sastre”. Esta sociedad va a producir más y mejores bienes que una sociedad en la que cada uno se hace todo. Cada uno haciendo una cosa. Acá aparece el trasfondo de la cosmovisión moral de Smith. Cada uno haciendo una cosa porque al hacerla bien aporta a su propio placer y beneficio. No por solidaridad. Lo importante es que cada uno se especialice en lo que tiene habilidad, innata o adquirida. Es importante esto porque Smith dice “adquiridas”, Ricardo juega con las actividades innatas, sobre todo de la tierra. Vamos a ver en la próxima clase como eso se relaciona con el comercio exterior.

División internacional del trabajo: Esto lo vamos a ver en profundidad la clase que viene cuando veamos David Ricardo. Cada país debe especializarse en aquellos bienes que sabe hacer mejor. Dependiendo de las capacidades de producción, los recursos humanos, etc.

Según Smith la división del trabajo genera más productividad y excedente. Uno puede discutir algunas cosas. Sobre la división técnica se puede plantear lo que dijimos que señaló Marx en los manuscritos. O lo que dice el toyotismo. Pero todos los economistas estamos de acuerdo en que la división del trabajo produce más y mejores bienes. El salto ideológico es el que va del capítulo 1 al 2 del libro de Adam Smith. Porque una sociedad –hablo de la división social del trabajo– que tiene el trabajo dividido por oficios y profesiones tiene que resolver inmediatamente un problema: ¿cómo se juntan todos los bienes? Si yo me hago todo, la casa, los zapatos, la cerveza etc., no hay ningún problema. Ahora, si hay división del trabajo, por ejemplo: ¿qué hace el zapatero con los zapatos que produce?, porque el solo necesita uno o dos pares para si mismo. Todos los demás se los tiene que dar al resto de la comunidad. Pero el necesita, asimismo, otros bienes. ¿Cómo se junta todo? Smith dice que lo que junta todo es el mercado. Marx en El Capital dice “no hay mercado sin división del trabajo, pero puede haber división del trabajo sin mercado”.

Yo siempre cito en este momento a un antropólogo económico que se llama Karl Polanyi. El escribió un libro maravilloso, en 1946, que se llama “La gran transformación”. El discute cual es la gran trampa del liberalismo económico. El liberalismo económico dice que si hay división del trabajo lo único que junta todo de vuelta es el mercado. Entonces si no aceptás el mercado no te sirve la división del trabajo. Para Polanyi en cambio, en la historia profunda de las sociedades el mercado es solo una de las formas posibles de redistribución de bienes generados en una sociedad fruto de la división del trabajo. Por lo menos hay tres más.

Primero: el principio del Oikos. Significa casa griega ampliada. Esto se utiliza en montones de comunidades precolombinas americanas. Hay una producción en común en base a principios donde está en juego la división del trabajo y después hay una redistribución colectiva, basadas en determinados principios que no tienen que ver con el mercado, sino en una comunidad con lazos filiales. Si bien cada una ha producido algo diferente, ese producto no es propiedad de ninguno. Por ejemplo, uno llega a la casa y toma lo que necesita para comer sin preguntar si es propiedad de otro familiar.

Segunda: el principio de la planificación central. Hay un centro que determina que es lo que se debe producir. Se produce en base a la división del trabajo. Eso va a un almacén común y se redistribuye en base a algún criterio. Esto, dice Polanyi, puede ser el modelo de una economía socialista, donde se discute democráticamente, pero también el del antiguo Egipto. No decimos que las decisiones de producción sean necesariamente democráticamente tomadas, ni que la redistribución sea también justa. Estamos diciendo que es otra forma posible de sociedad manteniendo la división del trabajo. Puede haber división del trabajo sin mercado.

Tercero: Polanyi va más a fondo, y plantea que también existe en algunas comunidades el principio de reciprocidad. En algunas comunidades de la Melanesia se producen bienes bajo la división del trabajo y después cada uno de los miembros de la comunidad va pasando por las casa de los otros miembros regalando parte de la producción. Son sociedades basadas políticamente en el prestigio donde este aumenta poniendo el mejor regalo a la vista. Por un mecanismo complejísimo todos tenían todos lo bienes que necesitaban a partir de esta distribución.

Uno podría decir que este ejemplo responde a un antropólogo que se fue a estudiar una comunidad alejada, que nosotros no vivimos en la Melanesia. Pero ojo. Nosotros vivimos en una sociedad donde prevalece el mercado y sin embargo también existen los tres formatos anteriores. Nosotros tenemos un núcleo familiar  en donde vamos a la heladera y tomamos lo que queremos. Normalmente, no se lo compramos a nuestros padres o hermanos. Para el caso de la planificación central, ustedes vienen acá a la universidad y no pagan para estudiar. Una parte del producto de la comunidad, se centralizó en recursos de una determinada manera y eso permite que yo de clase, que haya luz, etc. Obviamente en nuestra sociedad la gran distribución de la riqueza la hace el mercado, pero también tenemos estos casos. Veamos la reciprocidad: ¿Qué es una lista de regalos de casamiento? Es un principio de prestigio donde están en juego una cantidad de intercambios a partir de la reciprocidad. Antes, en las fiestas de casamiento había un lugar para exponer los regalos. Allí se veía que familia regaló lo más caro, o lo más barato. Se casa x, la familia Pérez le regala una heladera, la familia González le regala un osito de cerámica. Cuando se case González ¿qué le va a regalar el que recibió el osito de cerámica? Esto es explícito. Todos nosotros en determinados ritos asumimos un principio de reciprocidad.

Esto sirve para abrir la cabeza alrededor de que una sociedad moderna, que aspira a tener excedente, base para que haya cultura, etc., difícilmente pueda funcionar sin algún grado de división del trabajo. Sería utópico pensarlo. Ahora, la división del trabajo implica que a posteriori por lo menos hay cuatro formas para redistribuir los bienes, las tres que nombramos que siguen funcionando a espaldas nuestras y el mercado. Y puede haber más. No solo el mercado. Para el liberalismo económico planteado por Smith hay una sola forma de resolver el tema: el mercado.

El segundo capítulo de “La riqueza de las naciones” de Smith empieza diciendo que todas las ventajas de la división del trabajo se condensan en le mercado. ¿De donde sale el mercado? Smith dice que sale de una propensión natural del ser humano a trocar, a cambiar una cosa por otra. Y Smith en 1776 dice que esa propensión natural a trocar es un producto de las propiedades naturales de la razón y el habla. ¿Por qué? Porque yo digo: esto es mío, esto es tuyo. Smith señala que esto es lo que nos diferencia de los animales “nadie nunca vio a un perro cambiar un hueso con otro perro”. Porque no pueden decir “este hueso es mío y este es tuyo”. Pero el ser humano sí. Smith esta diciendo que el comprar o vender es una característica distintiva del ser humano a partir del habla, al decir esto es mío esto es tuyo. El dice que esto es lo que está primero, porque diferencia al hombre del perro. Si Smith hubiera leído a Levy Strauss se preguntaría ¿Entonces, el mercado es tan estructural como el lenguaje? Si yo acepto que comprar y vender es una propensión del ser humano que esta tan al principio de la definición de ser humano como el lenguaje, si le quito el mercado soy un monstruo. ¿Qué es lo peor que le puedo hacer a un ser humano?: sacarle la posibilidad de comprar y vender. Este el principio del liberalismo económico. Von Hayek, un ultraliberal defiende en la época de Pinochet al modelo chileno. El dice que está mal cuestionar a Pinochet por violar los derechos humanos, porque en realidad, Pinochet vino a restaurar un derecho humano fundamental que había sido violado anteriormente, se estaba poniendo trabas al mercado, se les estaba impidiendo a los individuos comprar y vender. Entonces, los derechos políticos, son secundarios ante el derecho humano fundamental del mercado.

Si retomamos “las luces y sombras de Adam Smith” tenemos que decir que él no es Von Hayek. Probablemente se horrorizaría de ver traducido su pensamiento en el de Von Hayek.  Pero esto nos sirve para agarrar bien a fondo que esta idea del endiosamiento de mercado tiene una profunda base filosófica que se engancha en este postulado de Smith del segundo capitulo de “La riqueza de las naciones” y con el postulado de Mandeville que ya señalamos. Para Smith uno no puede hacer como el perro y hacer “fiesta” a el amo para que le de de comer. Uno no se puede esclavizar en manos de todos los que producen los bienes que se necesita, sería imposible. Entonces Smith plantea en sintonía con Mandeville, que “no esperamos de la benevolencia del carnicero o panadero nuestra cena, sino que les hablamos de sus necesidades:”vendeme pan porque yo te voy a pagar”. Entonces, cada uno dedicado en forma egoísta a lo propio –el lugar en que se es más productivo en la división del trabajo- no para beneficio del resto sino para el propio. “Como por una mano invisible se termina produciendo más”. Si  en cambio alguno parara para ayudar a los otros, en ese momento se estaría dejando de producir y habría menos bienes. Este es el centro del liberalismo económico.

Para ir cerrando quiero dejar algunas cuestiones planteadas para la próxima clase. A Smith se le aparece una pregunta que para él es la última pregunta y no las primera como va a ser en Ricardo y en Marx. Es la pregunta acerca de la teoría del valor. Si es tan importante el intercambio, ¿Qué es lo que determina el precio al cual se vende este reloj, por ejemplo? Smith da una primera respuesta. Hay un precio natural o valor. Los precios pueden fluctuar y esa fluctuación depende de algo que es la oferta y la demanda.  Si hay más manzanas baja el precio, si hay menos sube. Si hay más gente demandando sube el precio; si hay menos, baja. Eso sirve para entender el precio. No el valor, el cual es el que determina los precios. El valor es ese centro alrededor del cual gira el precio. Por ejemplo un reloj común, como este, lo puedo comprar a un cierto precio: en una casa de relojería saldrá 300, o 400 pesos. En la calle lo compro a 50 pesos. O lo compro robado a 10 pesos. Puede fluctuar mucho. Una 4x4 también puede fluctuar mucho. Pero les aseguro que nunca van a encontrar un reloj común que valga más que una 4x4. Por más que fluctúe el precio. Esto se da porque el precio del reloj da vueltas en torno a un valor, lo mismo pasa con la 4x4. ¿De qué depende el valor? Smith inaugura la teoría objetiva del valor, o teoría del valor trabajo. A esta teoría la va a empezar Smith con dudas, la va a desarrollar más Ricardo, y la va a desarrollar aún Marx. Los clásicos y Marx coinciden en esto. Voy a anuncia la teoría del valor trabajo como la plantea Ricardo, en su sentido más general: “el valor de una mercancía tiene algo que ver con el trabajo que contiene medido en tiempo”. No tiene que ver con la utilidad, ni con la capacidad de satisfacer necesidades, ni con ninguna subjetividad. Es objetivo y tiene que ver con el trabajo.

Hicimos este repaso de Smith y dejamos abierto dos temas: uno que retomaremos la próxima clase, que es la división internacional del trabajo. Tema que veremos a fondo con Ricardo. El otro tema es teoría del valor, que lo dejaremos pendiente y lo veremos con Marx.

Para la próxima, sobre Ricardo, va el texto de Tavilla.

José Ernesto Castillo

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